Un texto de Jan Thomas Mora dirigido por Maigualida Gamero
“Titirimeo…
echo tierrita y no juego más”
El
encuentro con sus temores les devolvió aquella imagen desfigurada y aterradora
de sus propias miserias.
Jennifer Morales y Abilio Torres en su interpretación. |
Pablo Sabala
Un concurso de oposición es el
marco de la confrontación de dos almas expuestas a una agobiante espera, la
explosión de sus miedos, frustraciones y sentimientos forman un remolino del
que solo quedarán restos esparcidos… pedazos de un nuevo naufragio en sus
vidas.
“Titirimeo” no es sólo un fragmento
caótico de la vida de Ángela y Gabriel, no es solo el transcurrir de los
minutos flotando en la angustia, en la espera de lo inevitable, “Titirimeo”
desnuda rasgos humanos que forman parte de una naturaleza oscura, egoísta y que
late con fuerza en ese interior que muchas veces no queremos saber que existe.
En esta obra se desnudan las
miserias humanas, los miedos, ese reflejo que nos atemoriza y nos mira desde la
comodidad y que aflora como bestia enjaulada, empujada por una situación que ejerce
la presión justa desbordándonos.
Ángela se destroza con cada tic-tac
del reloj que resuena en su mente como martillos anunciando fatalidad, su mente
juega a las suposiciones y lo inverosímil toma cuerpo en su realidad, sus
pensamientos más secretos flotan y se enfilan como dardos a la mente de Gabriel
que aunque lucha por controlar sus demonios, finalmente sucumbe. Ambos
personajes saltan al abismo y sin piedad
se desgarran en verdades, supuestos, añoranzas y sentimientos encontrados. Se
enfrentan, se confrontan, se hacen daño, se olvidan del otro.
Es un texto enriquecido de
humanidad, de esas contradicciones internas de nuestros mundos, “Titirimeo” es un
reflejo aflorado de nuestros miedos y temores.
Si bien el texto ofrece una
extraordinaria semblanza de nuestra imperfecta humanidad, es indispensable
señalar y considerar los aspectos de su puesta en escena.
Jennifer Morales y Abilio Torres en
esta propuesta asumieron encarnar a Ángela y Gabriel. Una interpretación
destacada, limpia y cargada de expresión y teatralidad. Con una frescura
deliciosa y un ritmo impecable construyeron este universo escrito y le dieron
vida. Una vida escénica donde destaca su interconexión actoral, su dominio
expresivo, su atinado sentido y precisión en la ejecución de su gestualidad,
todo un deleite para el espectador. Definitivamente vale y por mucho darse la
oportunidad de disfrutar este trabajo actoral.
La dirección de Maigualida Gamero
es acertada y precisa, demuestra una interpretación minuciosa del texto en su transición
hasta la escena. La escenografía y composición sin desperdicio, eleva el
simbolismo y refuerza ese mundo interior en que se desplazan los personajes durante
su interminable espera.
Es sin lugar a dudas un gran trabajo,
logrado por un equipo talentoso al que es necesario reseñar, ese equipo que
está ahí siempre tras la escena y que hace posible un maravilloso resultado. En
la asistencia de dirección estuvo Rafael Tinedo, el vestuario pertenece a
Joaquín Nandez (Premios de la Alta Moda en Francia), la escenografía es del
artista plástico Armando Zullo (Premio Municipal de Caracas),
la iluminación de David Blanco (Premio Municipal de Caracas), la
dirección de arte y diseño de Yoelia Nicol Mora y la
producción general de Elmer Eduardo Pinto.
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