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“Doce cosas imposibles antes del desayuno”
Una obra basada en el texto de Lewis Carroll y la dirección de Jericó Montilla.
Tuve la oportunidad de presenciar el trabajo que tiene en escena la agrupación Teartes en la sala experimental del Celarg, un trabajo basado en la clásica historia de Lewis Carroll “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, un obra literaria llevada a escena innumerables veces y al cine, producto de muchas interpretaciones que incluye al público infantil.
En esta oportunidad, bajo el título de “Doce cosas imposibles antes del desayuno” un elenco integrado por diez actores y actrices; Ángela Meléndez, José Pablo Álvarez, Gabriel Agüero, Orlando Paredes, Sain-ma Rada, Angélica Robles, Abel García, Marcela Lunar, Héctor Castro y Luis Alfredo Ramírez; le dan vida a una propuesta donde se resalta el valor crítico y se encuentra a Alicia confrontada con sus propios dilemas, frente al espejo desdibujado de su propia existencia, un laberinto en el que camina para llegar a un lugar que desconoce y donde todo parece ser lo mismo, un lugar plagado de personajes alucinantes, y ¿acaso no es la vida misma un lugar plagado de seres alucinantes?
Es un viaje vertiginoso hacia sus propios temores, hacia las interrogantes sumergidas en la cotidianidad, son doce instantes de sensaciones.
La puesta en escena elaborada por Jericó Montilla está impregnada de imágenes con mucha fuerza expresiva, con una carga simbólica que refuerza las emociones que los personajes experimentan en el desarrollo de la acción, el ritmo se conecta y se mueve partiendo desde una corporalidad impecable, coordinada y apegada a la intencionalidad del texto, la escena se convierte en una incesante coreografía llena de significados.
Además de aprovecha al cuerpo mismo de los actores como instrumentos de percusión que marcan y refuerzan las atmósferas y el ritmo, cantan, se mueven y golpean convirtiendo en música precisa la acción misma.
Es importante destacar la capacidad e integralidad de los actores y actrices en este trabajo, todos sin excepción muestran con firmeza sus condiciones y talento desglosándose en múltiples personajes que como una avalancha se empinan hacia cada escena logrando diferenciar cada una de sus interpretaciones. El vestuario y los implementos utilizados son precisos y adecuados, en este trabajo se pone de manifiesto aquello que reza “para hacer buen teatro solo hace falta texto, buenos actores y público”, no hacen falta las grandes escenografías, ni monumentales efectos especiales, el buen teatro se construye con conocimiento, con talento y capacidad de convertir en realidad el sueño que interpreta, se logra con el manejo de los códigos escénicos, con bastante ensayo y un buen elenco. Aquí en este trabajo hay todo esto y más.
23 de mayo de 2011
Pablo Sabala
Dramaturgo/Director Teatral
Hablar del "Quijote" de Cervantes no es, ni será nunca tarea fácil. La magnitud y trascendencia de este personaje y autor (también personaje por el peso de la historia de la literatura universal) es pisar un terreno fangoso ante tanta erudición que le rodea desde tiempos inmemoriales.
La manera como el maestro Jorge Díaz nos presenta a este autor enfrentado al sistema editorial de su época, nos evoca aquella máxima que nos dice que la historia se repite una y otra vez. Nos lleva a reflejarnos como un espejo y nos hace dar cuenta que aun subsisten aquellos "eruditos" que creen tener la potestad de valorizar el trabajo que realizan los artistas, incluso tazan su trabajo y tienen la potestad de abrir y cerrar puertas.
Morris Merentes, nos presenta un trabajo donde la interpretación actoral es la base fundamental ante un texto lleno de trancisiones, matices y cambios de personajes, todo un reto que Ernesto Montero afronta con gran calidad y precisión. Es justo destacar la fuerza interpretativa y ese matiz de vitalidad que le imprime Montero a este texto y a cada uno de los personajes que interpreta.
Es un trabajo de contenidos profundos, que encierra y muestra ese conflicto abismal del creador, su obra y el sistema que en sus esquemas cuadriculados y su arrogancia rancia no acepta y no vislumbra la trascendencia de lo que tiene ante sus ojos. La concepción de creer que el mundo se rige por la realidad particular y la pretención de fijar un marco estricto conceptual de lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces los arrastra por el sendero del desatino.
Al fin y al cabo es el público el que se hace dueño de las obras artisticas y el que asigna en el tiempo su transcendencia, más allá de los eruditos y especialistas, es la masa multiforme de pululantes seres que construye los cimientos de la historia, aunque siempre sean los eruditos los que la escriban.
Morris ha logrado llevar a escena una interesante propuesta cargada de mucha emotividad y fuerza dramática, la construcción del dispositivo escnénico sin muchas pretenciones es equilibrado, sencillo y justo para el desenvolvimeinto de la obra, el vestuario apropiado, se resuelven bien las tranciciones entre los personajes. El ritmo general se mantiene y se maneja de forma adecuada.
Fue grato compartir y disfrutar de este trabajo cargado de sensaciones y reflexión. Espero que sigan adelante demostrando calidad, hay mucho talento joven haciendo trabajos interesantes.
15 de mayo de 2011
Pablo Sabala
Dramaturgo/Director Teatral
Un montaje con un excelente trabajo corporal. (foto tomada de: www.ovnibus.com) |
Tuve la oportunidad de presenciar el trabajo que tiene en escena la agrupación Teartes en la sala experimental del Celarg, un trabajo basado en la clásica historia de Lewis Carroll “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, un obra literaria llevada a escena innumerables veces y al cine, producto de muchas interpretaciones que incluye al público infantil.
En esta oportunidad, bajo el título de “Doce cosas imposibles antes del desayuno” un elenco integrado por diez actores y actrices; Ángela Meléndez, José Pablo Álvarez, Gabriel Agüero, Orlando Paredes, Sain-ma Rada, Angélica Robles, Abel García, Marcela Lunar, Héctor Castro y Luis Alfredo Ramírez; le dan vida a una propuesta donde se resalta el valor crítico y se encuentra a Alicia confrontada con sus propios dilemas, frente al espejo desdibujado de su propia existencia, un laberinto en el que camina para llegar a un lugar que desconoce y donde todo parece ser lo mismo, un lugar plagado de personajes alucinantes, y ¿acaso no es la vida misma un lugar plagado de seres alucinantes?
Es un viaje vertiginoso hacia sus propios temores, hacia las interrogantes sumergidas en la cotidianidad, son doce instantes de sensaciones.
La puesta en escena elaborada por Jericó Montilla está impregnada de imágenes con mucha fuerza expresiva, con una carga simbólica que refuerza las emociones que los personajes experimentan en el desarrollo de la acción, el ritmo se conecta y se mueve partiendo desde una corporalidad impecable, coordinada y apegada a la intencionalidad del texto, la escena se convierte en una incesante coreografía llena de significados.
Además de aprovecha al cuerpo mismo de los actores como instrumentos de percusión que marcan y refuerzan las atmósferas y el ritmo, cantan, se mueven y golpean convirtiendo en música precisa la acción misma.
Es importante destacar la capacidad e integralidad de los actores y actrices en este trabajo, todos sin excepción muestran con firmeza sus condiciones y talento desglosándose en múltiples personajes que como una avalancha se empinan hacia cada escena logrando diferenciar cada una de sus interpretaciones. El vestuario y los implementos utilizados son precisos y adecuados, en este trabajo se pone de manifiesto aquello que reza “para hacer buen teatro solo hace falta texto, buenos actores y público”, no hacen falta las grandes escenografías, ni monumentales efectos especiales, el buen teatro se construye con conocimiento, con talento y capacidad de convertir en realidad el sueño que interpreta, se logra con el manejo de los códigos escénicos, con bastante ensayo y un buen elenco. Aquí en este trabajo hay todo esto y más.
23 de mayo de 2011
Pablo Sabala
Dramaturgo/Director Teatral
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Un trabajo de Teatro K Producciones
"El Quijote no existe" de Jorge Díaz
Ernesto Montero destaca su gran capacidad interpretativa. |
Hablar del "Quijote" de Cervantes no es, ni será nunca tarea fácil. La magnitud y trascendencia de este personaje y autor (también personaje por el peso de la historia de la literatura universal) es pisar un terreno fangoso ante tanta erudición que le rodea desde tiempos inmemoriales.
La manera como el maestro Jorge Díaz nos presenta a este autor enfrentado al sistema editorial de su época, nos evoca aquella máxima que nos dice que la historia se repite una y otra vez. Nos lleva a reflejarnos como un espejo y nos hace dar cuenta que aun subsisten aquellos "eruditos" que creen tener la potestad de valorizar el trabajo que realizan los artistas, incluso tazan su trabajo y tienen la potestad de abrir y cerrar puertas.
Morris Merentes, nos presenta un trabajo donde la interpretación actoral es la base fundamental ante un texto lleno de trancisiones, matices y cambios de personajes, todo un reto que Ernesto Montero afronta con gran calidad y precisión. Es justo destacar la fuerza interpretativa y ese matiz de vitalidad que le imprime Montero a este texto y a cada uno de los personajes que interpreta.
Es un trabajo de contenidos profundos, que encierra y muestra ese conflicto abismal del creador, su obra y el sistema que en sus esquemas cuadriculados y su arrogancia rancia no acepta y no vislumbra la trascendencia de lo que tiene ante sus ojos. La concepción de creer que el mundo se rige por la realidad particular y la pretención de fijar un marco estricto conceptual de lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces los arrastra por el sendero del desatino.
Al fin y al cabo es el público el que se hace dueño de las obras artisticas y el que asigna en el tiempo su transcendencia, más allá de los eruditos y especialistas, es la masa multiforme de pululantes seres que construye los cimientos de la historia, aunque siempre sean los eruditos los que la escriban.
Morris ha logrado llevar a escena una interesante propuesta cargada de mucha emotividad y fuerza dramática, la construcción del dispositivo escnénico sin muchas pretenciones es equilibrado, sencillo y justo para el desenvolvimeinto de la obra, el vestuario apropiado, se resuelven bien las tranciciones entre los personajes. El ritmo general se mantiene y se maneja de forma adecuada.
Fue grato compartir y disfrutar de este trabajo cargado de sensaciones y reflexión. Espero que sigan adelante demostrando calidad, hay mucho talento joven haciendo trabajos interesantes.
15 de mayo de 2011
Pablo Sabala
Dramaturgo/Director Teatral
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